Fantasía sexual altamente excitante, el voyeur puede ser considerado a minutos como un acto plenamente natural y hasta erótico. Sin embargo, ver recurrentemente a escondidas cómo se desnuda una persona o a parejas en pleno coito, puede ser un trastorno clasificado como parafilia. ¿Dónde está el límite?
Ya lo hemos visto en películas y resulta atractivo mirar casi detrás de la cortina cómo se desviste aquel tipo que te gusta o esa pareja que hace el amor tras la ventana del edificio de enfrente. Y es que el mirar a escondidas puede ser hasta excitante en algunos casos, pero también adictivo. El tema es cuándo se transforma en parafilia o trastorno sexual.
Mirón
El término proviene del francés ‘Voyeur’ (mirón) y define la búsqueda de excitación sexual mediante la observación, en general a escondidas, de personas desnudas, en vías de estarlo o que están practicando el acto sexual, y hace de esta práctica algo excluyente, ineludible o imprescindible para el goce. Además, se produce de manera recurrente, es decir, que durante un período no inferior a los seis meses, se pueden registrar estos impulsos sexuales como una constante.
Este comportamiento suele ir acompañado de masturbación, durante o después de la "observación". Asimismo, cuando se convierte en parafilia, tiene el programa de afectar negativamente el entorno de la persona, provocando deterioro social, laboral y por supuesto, emocional.
Por lo anterior, la Asociación Americana de Psiquiatría, considera el voyeurismo una desviación sexual o parafilia. "Por el hecho de que la imaginación o los actos inusuales o extravagantes son necesarios para conseguir la excitación sexual", el voyeurismo es considerado enfermedad.
Sin embargo, el entorno no es muy favorecedor en el tratamiento de un voyeur, ya que la industria del sexo se ha aprovechado de esas necesidades patológicas y ha instalado lugares donde estas personas pueden ver a mujeres realizando autoerotismo o parejas manteniendo relaciones sin que ellos puedan verlos. Este trastorno se limita a esto, a mirar a escondidas y lograr placer con ello, por lo que raramente son protagonistas de violaciones o abusos sexuales.
“Los límites como siempre están dados por factores de grado de inversión en el ritual y las conductas específicas, no es un voyerista una persona que se detiene a mirar mujeres pasar en un mall durante algunas horas, pero si esta actitud va en detrimento de otras actividades, o si el ritual es de tal manera que implique una alteración de otro comportamiento ( por ejemplo exhibicionismo, masturbación asociada, etc,)”, entonces hay una patología, señala el sexólogo Enrique de Rosa.
En el mirar no hay engaño
Pero en hacerlo constantemente sí. El voyeur tiene las características de querer que nadie lo vea haciendo lo que hace –mirar- y de espiar generalmente a personas desconocidas. A esto se añade la sensación de riesgo de ser descubierto, lo que compone el placer del voyeur. “Siempre me preguntan si estos casos de los voyeurs son curables y siempre les contesto que no suelen consultarse: casi siempre cuando lo hacen es porque los trae la familia, la policía o la orden de un juez. Ellos no suelen vivirlo como algo penoso salvo los casos que tengan conductas compulsivas que pongan en riesgo su integridad física y las de los demás; en esos casos se intenta con medicación y con psicoterapia y así muchos cesan en esas actitudes compulsivas.
Pero el voyeur típico es un individuo que, escondido, tras las sombras, goza viendo gozar a los demás, evidenciando así un mundo sórdido, con serias dificultades en los contactos personales, afectivos y eróticos: también como Dalí, pero sin el genio del pintor catalán, son grandes onanistas, perturbados narcisos”, escribe el director del Centro Médico de Sexología y Psiquiatría de Buenos Aires, el Dr. Adrián Sapetti.
Ahora bien, ¿qué los lleva a hacer eso? No se sabe muy bien qué empuja a estas personas a tener un comportamiento tan marginal, pero si se reconoce en ellos problemas de inseguridad y dificultades para integrarse en la sociedad y en especial, problemas para interrelacionarse con el sexo opuesto.
Es importante señalar que este comportamiento suele darse de modo más suave en los adolescentes, ya que se encuentran en estas circunstancias típicas con el entorno acompañado con su naciente y fuerte deseo sexual.
Pero en estos casos no es parafilia sino que una actividad universal que es el de mirar de vez en cuando escenas como las ya descritas, puesto que la vista es un medio estimulador de por sí, aunque mucho más sensible en hombres que en mujeres.
Finalmente, hay que destacar que el voyeurismo es considerado socialmente anormal debido a que además de ser una patología siquiátrica es una actividad ilegal.
Terra Chile
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Ya lo hemos visto en películas y resulta atractivo mirar casi detrás de la cortina cómo se desviste aquel tipo que te gusta o esa pareja que hace el amor tras la ventana del edificio de enfrente. Y es que el mirar a escondidas puede ser hasta excitante en algunos casos, pero también adictivo. El tema es cuándo se transforma en parafilia o trastorno sexual.
Mirón
El término proviene del francés ‘Voyeur’ (mirón) y define la búsqueda de excitación sexual mediante la observación, en general a escondidas, de personas desnudas, en vías de estarlo o que están practicando el acto sexual, y hace de esta práctica algo excluyente, ineludible o imprescindible para el goce. Además, se produce de manera recurrente, es decir, que durante un período no inferior a los seis meses, se pueden registrar estos impulsos sexuales como una constante.
Este comportamiento suele ir acompañado de masturbación, durante o después de la "observación". Asimismo, cuando se convierte en parafilia, tiene el programa de afectar negativamente el entorno de la persona, provocando deterioro social, laboral y por supuesto, emocional.
Por lo anterior, la Asociación Americana de Psiquiatría, considera el voyeurismo una desviación sexual o parafilia. "Por el hecho de que la imaginación o los actos inusuales o extravagantes son necesarios para conseguir la excitación sexual", el voyeurismo es considerado enfermedad.
Sin embargo, el entorno no es muy favorecedor en el tratamiento de un voyeur, ya que la industria del sexo se ha aprovechado de esas necesidades patológicas y ha instalado lugares donde estas personas pueden ver a mujeres realizando autoerotismo o parejas manteniendo relaciones sin que ellos puedan verlos. Este trastorno se limita a esto, a mirar a escondidas y lograr placer con ello, por lo que raramente son protagonistas de violaciones o abusos sexuales.
“Los límites como siempre están dados por factores de grado de inversión en el ritual y las conductas específicas, no es un voyerista una persona que se detiene a mirar mujeres pasar en un mall durante algunas horas, pero si esta actitud va en detrimento de otras actividades, o si el ritual es de tal manera que implique una alteración de otro comportamiento ( por ejemplo exhibicionismo, masturbación asociada, etc,)”, entonces hay una patología, señala el sexólogo Enrique de Rosa.
En el mirar no hay engaño
Pero en hacerlo constantemente sí. El voyeur tiene las características de querer que nadie lo vea haciendo lo que hace –mirar- y de espiar generalmente a personas desconocidas. A esto se añade la sensación de riesgo de ser descubierto, lo que compone el placer del voyeur. “Siempre me preguntan si estos casos de los voyeurs son curables y siempre les contesto que no suelen consultarse: casi siempre cuando lo hacen es porque los trae la familia, la policía o la orden de un juez. Ellos no suelen vivirlo como algo penoso salvo los casos que tengan conductas compulsivas que pongan en riesgo su integridad física y las de los demás; en esos casos se intenta con medicación y con psicoterapia y así muchos cesan en esas actitudes compulsivas.
Pero el voyeur típico es un individuo que, escondido, tras las sombras, goza viendo gozar a los demás, evidenciando así un mundo sórdido, con serias dificultades en los contactos personales, afectivos y eróticos: también como Dalí, pero sin el genio del pintor catalán, son grandes onanistas, perturbados narcisos”, escribe el director del Centro Médico de Sexología y Psiquiatría de Buenos Aires, el Dr. Adrián Sapetti.
Ahora bien, ¿qué los lleva a hacer eso? No se sabe muy bien qué empuja a estas personas a tener un comportamiento tan marginal, pero si se reconoce en ellos problemas de inseguridad y dificultades para integrarse en la sociedad y en especial, problemas para interrelacionarse con el sexo opuesto.
Es importante señalar que este comportamiento suele darse de modo más suave en los adolescentes, ya que se encuentran en estas circunstancias típicas con el entorno acompañado con su naciente y fuerte deseo sexual.
Pero en estos casos no es parafilia sino que una actividad universal que es el de mirar de vez en cuando escenas como las ya descritas, puesto que la vista es un medio estimulador de por sí, aunque mucho más sensible en hombres que en mujeres.
Finalmente, hay que destacar que el voyeurismo es considerado socialmente anormal debido a que además de ser una patología siquiátrica es una actividad ilegal.
Terra Chile
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